El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es el cuarto en frecuencia de los trastornos psicológicos, después de fobias, adicciones y depresión. En la mayoría de los casos las primeras señales del trastorno obsesivo compulsivo empiezan ya en la infancia. Se observan manías, perfeccionismo o rituales en niños pequeños. Su desarrollo, si no se trata, es crónico aumentando las obsesiones y compulsiones con el tiempo, asociados estos incrementos a eventos vitales estresantes.
El 50% de las personas que sufren el trastorno obsesivo compulsivo desarrollan el trastorno antes de los 25 años, y se da por igual en hombres y en mujeres. Es un hecho que existe un porcentaje importante de niños que presenta TOC.
Hay dos tratamientos que se han mostrado eficaces en el trastorno obsesivo compulsivo: el farmacológico y la terapia cognitivo conductual.
El tratamiento cognitivo conductual consiste en la exposición a lo que se teme (pensamiento o realidad) con la contraindicación de realizar conductas de evitación, en este caso rituales neutralizadores, de forma que la persona progresivamente se arriesgue a sentir la ansiedad.
La tercera generación de la terapia cognitivo conductual, la terapia de aceptación y compromiso, presenta como avance que el objetivo que tiene el paciente no es eliminar por completo la ansiedad, sino conseguir la flexibilidad psicológica necesaria para que la ansiedad no interfiera en su vida, ni en sus objetivos e intereses. Consigue que la persona se involucre de forma más personal e intensa, ya que los cambios que hace no van solamente dirigidos a la extinción o habituación de la ansiedad, sino a la aceptación de las sensaciones de ansiedad, el descubrimiento y el compromiso con los propios valores y una ampliación del autoconcepto.